viernes, 19 de enero de 2018

Solamente tú decides si las emociones te controlan a ti, o tú controlas a las emociones.

lunes, 1 de enero de 2018

deriva emocional

Los años me dan igual. Me da igual que hoy sea el primer día de 2018. El tiempo viene y va y no vas a cambiar mágicamente de un año a otro.
Y a pesar de todo sigo esperando cambiar. Milagrosamente. Y todo esto por la cultura que te dice que el final de un año es borrón y cuenta nueva, que el principio de un año nuevo es un nueva oportunidad para empezar, para dejar cosas atrás. Tenemos esta fecha inculcada dentro.
Pero la vida no son fechas. Todos los días son buenos para dejar cosas atrás, para empezar a cambiar, para proponerte cosas nuevas.

Pero yo estoy escribiendo esto, un 1 de enero, porque debo llevarlo aún demasiado interiorizado.
Escribo que me encuentro fatal. Que ayer la ansiedad sobrevoló mi vida de nuevo, cuando antes de navidades había vuelto a probar la libertad de vivir sin la necesidad de llenar un vacío. Son dos pasos atrás en una carrera de largo recorrido, como una parada brusca por avería.
Estoy tan triste...

Hoy he soñado que tenía una hermana. Ella era todo lo que yo no. Al menos en el físico. No quiere decir que yo quiera ser así, de eso estoy casi segura. Pero la seguridad que transmitía... Es algo que solo se ve cuando solo soy yo, y otra persona, y no hay prejuicios ni tapujos. Porque si estoy sola me odiaré, o simplemente diré que aún me queda, que no soy válida, ni hermosa.

Como si no supiese que mi alma es lo único que importa que sea bello o feo. Que el mundo materialista tira por tierra autoestimas e impone una disciplina, los cánones, que si no encajas no eres nada. El concepto de belleza es tan subjetivo... Y nos inculcan que es objetivo, único, común y obligatorio.

Y saber estas cosas debería ser más que suficiente para mí, más que suficiente para quererme, cuidarme, saber apreciarme. Pero no. Me siguen destruyendo, por dentro. Ahora me gustaría ser una con la aurora, que mis átomos exploten y se pierdan en la inmensidad del cosmos, que mi espíritu trascienda, ver y no ver, oír y no oír, sentir y no sentir, estar y no estar...

El universo es mi futuro, la oscuridad mi amiga, ella es la que me acoge cuando me veo perdida. No puedo evitar ver galaxias en el té, estrellas en mi piel, minúsculas partículas en los rayos de sol cuando atraviesan las nubes. Quiero ser una con la lluvia, brillar con el rocío del amanecer, ser espuma de mar, viajar a lomos del viento y evaporar.

Pero hablar de muerte y de un posible "algo" después de esta no me ayuda, me aterra. Desde siempre pensar en morir, dejar de existir me crispa los nervios. El miedo irracional, no lo puedo evitar, prefiero filosofar a sentarme y pensar: que no sé lo que vendrá después, que por mucho que lo piense no lo descubriré, que lo más cercano va a ser desaparecer, mi consciencia se irá, y yo como tal no estaré.

Por muy mal que esté, por muy hundida que me vea, sé que seguiré viva, porque la opción de no existir me aterra más que todas las pesadillas de la vida real.
Es evidente que no sé nada de la vida. Que hay gente que lo pasa mil veces peor que yo, cuyas vidas no se consideran "vidas", que sufren día a día, y yo tan cómoda en mi casa escribiendo pura MIERDA acerca de cosas intrascendentes, como se nota que puedo permitírmelo, y no tengo que estar metida en un trabajo, porque tengo que sobrevivir.

Solo soy una cría, una niñata que no sabe nada, criada y bien preparada, a la que nunca le ha faltado nada.